“Dios perdone a Tomás”
Una de las facetas más educativas para un niño consiste en escuchar a los mayores. No me refiero sólo a las típicas “charlas”, sino al hecho de recibir como herencia instantánea una visión del mundo. Quienes nos criamos con los abuelos, nunca podremos pagar ese favor.En mi caso, les doctoraría por la tesis: “Educar a un “trasto”.
Una de las facetas más educativas para un niño consiste en escuchar a los mayores. No me refiero sólo a las típicas “charlas”, sino al hecho de recibir como herencia instantánea una visión del mundo. Quienes nos criamos con los abuelos, nunca podremos pagar ese favor.En mi caso, les doctoraría por la tesis: “Educar a un “trasto”.
La drogadicción, el matrimonio, los estudios, el trabajo… Si un nieto escucha, los abuelos destilan sabiduría y prudencia en cada tema. Un ejercicio de vocales “pechadas e abertas en galego” se convirtió en buena nota y “desternille” total. Los libros se quedan muy cortos ante la rica experiencia vital de los abuelos.
Esta Semana Santa recordé cómo la abuela se refería al difunto del abuelo en cada conversación: “Dios perdone a Tomás”. Como si supiese la importancia del pecado y nuestra necesidad de redención. Por mucho que lo mencionase, no lo abandonaría a su suerte. Tenía un compromiso hasta la eternidad con el hombre de su vida.
Se me ocurrió hacer un cambio: en lugar del nombre del abuelo, puse el mío. “Dios perdone a Manuel”. E imaginé a Jesús desde el Huerto de los Olivos hasta el Calvario, pronunciando y pensando en ello. En los nombres de cada hombre y mujer. Sentí un agradecimiento profundo, aunque insuficiente. Como para no acompañarle.
Barca de Santiago / Marzo 2015
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