1. En Alejandría de Egipto, conmemoración de santa Apolonia, virgen y mártir, que tras sufrir muchos y crueles tormentos por parte de los perseguidores, para no verse obligada a proferir palabras impías prefirió entregarse al fuego antes que ceder en su fe. (c. 250)
2. En la misma Alejandría, pasión de muchos santos mártires que durante la celebración de la Eucaristía en la iglesia fueron asesinados de distintos modos por los arrianos. (s. IV)
3. En Lemelléfa, en la actual Argelia, conmemoración de los santos Primo y Donato, diáconos y mártires, que por defender el altar de la iglesia murieron a manos de los herejes. (c. 361)
4. En un monte cercano a Apamea, en Siria, san Marón, eremita, muerto tras una vida de áspera penitencia e intensa piedad. Se fundó después, sobre su sepulcro, un célebre monasterio, en torno al cual fue configurándose la comunidad cristiana a la que dio nombre. (c. 423)
5. En el monasterio de Llandaff, Cambria, hoy Reino Unido, san Teliavo, obispo y abad, cuyos eximios esfuerzos pastorales son recordados por muchas iglesias de Cambria, Cornualles y Armórica. (560)
6. En Canosa, región italiana de Apulia, san Sabino, obispo, que fue amigo de san Benito y legado de la Sede Romana en Constantinopla, para defender la fe auténtica ante la herejía monofisita. (c. 566)
7. En el monasterio de Hautmont, junto al río Sambre, en Hainaut, hoy Francia, muerte de san Ansberto, obispo, que después de ser abad de Fontanelle ocupó la sede episcopal de Rouen y fue desterrado por el príncipe Pipino. (c. 695)
8. En Baviera, Alemania, conmemoración de san Alto, abad, nacido en Irlanda, que fundó en los bosques de esta región el monasterio que después llevó su nombre. (s. VIII)
9. En Nocera, región italiana de Umbría, san Rainaldo, obispo, primero monje camaldulense en Fonte Avellana, y una vez designado en su cargo episcopal mantuvo las costumbres de la vida monástica. (1222)
10. En Premiá de Mar, cerca de Barcelona, España, san Miguel (Francisco Luis) Febres Cordero, religioso de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, que durante cuarenta años se dedicó a la educación en la ciudad de Cuenca, Ecuador, y trasladado después a España se distinguió por la perfecta observancia de la disciplina de la vida religiosa. (1910)
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