Memoria del Congreso Eucarístico Internacional, celebrado en Dublín del 10 al 17 de junio

Publicado por Inma Tamayo El 15 junio 2012 0 comentarios

“Los Congresos Eucarísticos Internacionales –dice el Papa Benedicto XVI– cuentan ya con una larga historia en la Iglesia. Mediante la forma característica de la “statio orbis”, ponen de relieve la dimensión universal de la celebración eucarística. En efecto, se trata siempre de una fiesta de fe en torno a Cristo Eucaristía, en la que participan fieles no solo de una Iglesia particular o de una nación, sino, en la medida de lo posible, de varias regiones del orbe. Es la Iglesia que se congrega alrededor de su Señor y Dios”.

“Es también tarea de los Congresos Eucarísticos –prosigue el Papa– aportar una contribución peculiar a la nueva evangelización, promoviendo la evangelización mistagógica, que se realiza atesorando la enseñanza de la Iglesia orante, partiendo de la liturgia y por medio de ésta. Pero todo Congreso lleva también consigo un impulso evangelizador en sentido más estrictamente misionero, hasta el punto de que el binomio eucaristía-misión ha entrado a formar parte de las directrices propuestas por la Santa Sede. De este modo, el banquete eucarístico, banquete del sacrificio y de la comunión, constituye el centro difusor del fermento del Evangelio, fuerza propulsora para la construcción de la sociedad humana y prenda del Reino futuro”...

Finalmente, desde el punto de vista litúrgico-pastoral, “como la celebración eucarística es centro y cumbre de todas las diferentes manifestaciones y formas de piedad, importa que todo Congreso Eucarístico logre implicar e integrar, según el espíritu de la reforma conciliar, todas las expresiones del culto eucarístico extra missam que arraigan en la devoción popular, como también todas las asociaciones de fieles que bajo diferentes conceptos se inspiran en la eucaristía”.

Los Congresos Eucarísticos nacieron a finales del siglo XIX por iniciativa de una mujer, Emilie-Marie Tamisier (1834-1910), discípula de San Pedro Julián Eymard (1811-1868), llamado el “apóstol de la eucaristía”, y posteriormente del Beato Antoine Chevrier (1826-1879), fundador del instituto secular del Prado. Bendecidos por el Papa León XIII y puestos al servicio de la Santa Sede desde su inicio, los Congresos desarrollaron la doble dimensión de la piedad eucarística y de la influencia social de la Eucaristía con el fin de dar cada vez más a conocer, amar y servir a nuestro Señor Jesucristo en el Santísimo Sacramento y trabajar así para extender su reinado social en el mundo.

La Obra de los Congresos tuvo un inicio modesto en 1881 en Lille, en la región francesa del Paso de Calais, pero en pocos años la pequeña semilla creció hasta convertirse en un movimiento eucarístico mundial capaz de alcanzar las ciudades más importantes de todos los continentes. Tal fue el caso de Montreal, en 1910; de Chicago, en 1926; de Sidney, en 1928; de Buenos Aires, en 1934; de Manila, en 1937; y de Rio de Janeiro, en 1955.

El último Congreso Eucarístico Internacional, el número XLIX, tuvo lugar en Quebec, en junio de 2008. El número L, que se clausuró el domingo pasado, día 17 de junio, en Dublín, se venía preparando desde hace cuatro años.

Con un vasto programa de celebraciones y de catequesis, el Congreso Eucarístico de Dublín ha girado en torno al lema “The Eucharist: Communion with Christ and One Another” (La Eucaristía: comunión con Cristo y entre nosotros).

Para presidir oficialmente el acontecimiento eucarístico de Dublín, Su Santidad el Papa Benedicto XVI nombró legado pontificio al Cardenal Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos, quien, el domingo de la solemnidad de Corpus Christi, presidió la liturgia de apertura del Congreso, celebrada en el corazón mismo de Dublín, concretamente en la zona de la Royal Dublin Society (=RDS), particularmente equipada para la ocasión.

A lo largo de toda una semana, miles de peregrinos procedentes de más de cien países celebraron la eucaristía, rezaron  juntos, se unieron en oración, participaron  en las Conferencias generales impartidas por 18 oradores venidos de todo el mundo, trabajaron repartidos en más de 150 talleres (workshops) y grupos de discusión, escucharon decenas y decenas de testimonios, dialogaron sobre importantes temas religiosos y vivieron una auténtica solidaridad eclesial.

El Congreso se clausuró el domingo pasado, XI del Tiempo Ordinario, con la misa de la Statio Orbis, cuya celebración presidió el legado pontificio, Su Eminencia Reverendísima el Cardenal Marc Ouellet.
Pidamos a Dios por los frutos del Congreso
† Manuel Ureña

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