La SIEMBRA y la RECOLECCIÓN

Publicado por Javier de Montse CCaná El 10 julio 2011 0 comentarios
por José Fernández Lago
Hoy no resulta agradable trabajar el campo, a pesar de los adelantos de la ciencia. La gente prefiere vivir en el campo y gozar de las ventajas de la ciudad y de los contratos, mucho más productivos, lejanos al medio rural. Si la agricultura no era antes muy rentable, hoy es todavía menos productiva.
San Pablo manifiesta la esperanza de que todo lo creado se vea libre de la corrupción, para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Esto afecta también a los seres humanos, que esperan la hora de ser en plenitud hijos de Dios, la redención de su cuerpo.
Volviendo a la vida ordinaria, cuando buscamos productos sanos y auténticos, acudimos al campo, para beneficiarnos de lo que el campo produce.
La sociedad de los tiempos de Jesús, como la de Isaías y la de Pablo, era totalmente agrícola. Por eso los hombres de la Biblia comparan la palabra de Dios a una semilla que da frutos.
Así, dice Isaías, en la primera lectura de la Misa de hoy: ''Mientras que la semilla, con la lluvia que el Señor da, es fecundada y llega a germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así también la palabra de Dios no puede volver al Señor vacía, sino que ha de cumplir su encargo''.
Jesús proclama la parábola del sembrador. Éste siembra a voleo. Una parte cae en el camino, y se pierde. Otra parte de la semilla cae en terreno pedregoso o entre espinas: los frutos no llegan muy allá, porque o bien la falta de terreno húmedo o la agresión de las espinas impide un fruto adecuado. Otra parte cae en buen terreno, y da más o menos fruto, pero siempre un fruto importante.
Para comprender la parábola y dar esos frutos, procede acudir a la "casa", donde se explican las Escrituras y se participa en la fracción del pan, en la celebración eucarística.

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