ANA RUBINOS Pese a que el número de vocaciones sacerdotales ha ido disminuyendo año a año, sigue habiendo jóvenes que toman el camino religioso como alternativa de vida. Uno de ellos es el vigués Óscar Valado, que con 29 años celebró el pasado domingo su primera misa en la capilla de Santa Marta tras ser ordenado presbítero en Santiago de Compostela, donde acabó sus estudios de seminarista. Asegura que sintió un “gozo enorme” al pronunciar su primer sermón y más al estar rodeado de familiares y amigos.
–Ahora que las ordenaciones son menos, ¿no supone una mayor responsabilidad convertirse en sacerdote?
–Creo que la responsabilidad es la misma. Lo que cambia son los métodos de evangelización porque la sociedad cambia. Debemos usar las nuevas tecnologías, las redes sociales, que tienen su lado negativo pero también uno muy positivo, como es la gran difusión que tienen.
–-¿Cómo definiría su vocación?
–No sentí algo extraordinario ni una revelación, sino que poco a poco fui conociendo más a Jesucristo, escuchando su palabra y el Evangelio, viviendo la misa y así se fue fraguando.
–Pero fue muy temprana porque con solo 14 años ingresó en el seminario menor. ¿Tan claro lo tenía?
–Tenía la claridad de un niño de 14 años. Yo veía a un sacerdote que se iba a las misiones, que siempre estaba superalegre y era tan enrollado que pensaba: jo, yo quiero ser como él. Luego fui purificando el sentimiento y descubrí que lo mío era esto.
–Pero habrá algún momento de duda.
–Dudas se tienen antes, durante y después y es lo más normal del mundo. De hecho yo estuve en el seminario mayor de Vigo hasta los 21 años, pero no lo veía claro porque quería estudiar música y decidí dejarlo. Estudié órgano, dirección coral, educación musical, me fui a París a completar estos estudios pero después volví, esta vez al seminario de Santiago porque me permitía dedicarme a la música. Y antes de la ordenación también surgen preguntas porque es algo superserio, para toda la vida y eso impresiona.
–La música es su otra vocación. ¿Cómo consigue compaginarla con el sacerdocio?
–Con mucho sufrimiento e ilusión, pero es un sueño poder compaginarlas. Además, dentro de la Iglesia he tenido la suerte de embarcarme en proyectos musicalmente maravillosos.
–¿Qué es más complicado, dirigir un coro o celebrar una misa?
–Son cosas completamente diferentes. En lo primero buscas agradar al espectador o embellecer y solemnizar una liturgia. Celebrar una misa es algo para lo que te has estado preparando toda la vida.
–Como joven que es, ¿cuál es el camino para implicar más a la juventud en la Iglesia?
–No hay fórmulas mágicas, pero si un joven nos pregunta algo, debemos escucharlo y estar atentos a sus necesidades. También debemos presentarnos tal como somos por eso siempre voy vestido de cura. Yo les animaría a preguntar, a dejarse acompañar porque, al fin y al cabo, un sacerdote no es más que un mediador entre Dios y el hombre, y con buen rollo.
–¿Qué les diría a los que opinan que la Iglesia está anclada en el pasado?
–Que echen una mano. Es fácil criticar y decir que la Iglesia es del jurásico pero criticando no se soluciona nada pero sí resolvemos sumando fuerzas.
–¿A qué achaca el descenso en el número de vocaciones?–Sobre todo a la situación actual de nuestra sociedad, donde cada vez hay menos jóvenes en contacto con una realidad trascendental y se centran en aspectos muy superficiales.
–¿Y no será porque los jóvenes ven en la Iglesia una institución muy seria?
–Puede ser pero también es porque hay una visión generalizada y pagan justos por pecadores. Por ejemplo, la pedofilia es un escándalo, una vergüenza y todos estamos de acuerdo en la Iglesia en que se debe castigar. Pero la sociedad se queda con esto y no con lo mucho bueno que hacemos.
–Ahora que las ordenaciones son menos, ¿no supone una mayor responsabilidad convertirse en sacerdote?
–Creo que la responsabilidad es la misma. Lo que cambia son los métodos de evangelización porque la sociedad cambia. Debemos usar las nuevas tecnologías, las redes sociales, que tienen su lado negativo pero también uno muy positivo, como es la gran difusión que tienen.
–-¿Cómo definiría su vocación?
–No sentí algo extraordinario ni una revelación, sino que poco a poco fui conociendo más a Jesucristo, escuchando su palabra y el Evangelio, viviendo la misa y así se fue fraguando.
–Pero fue muy temprana porque con solo 14 años ingresó en el seminario menor. ¿Tan claro lo tenía?
–Tenía la claridad de un niño de 14 años. Yo veía a un sacerdote que se iba a las misiones, que siempre estaba superalegre y era tan enrollado que pensaba: jo, yo quiero ser como él. Luego fui purificando el sentimiento y descubrí que lo mío era esto.
–Pero habrá algún momento de duda.
–Dudas se tienen antes, durante y después y es lo más normal del mundo. De hecho yo estuve en el seminario mayor de Vigo hasta los 21 años, pero no lo veía claro porque quería estudiar música y decidí dejarlo. Estudié órgano, dirección coral, educación musical, me fui a París a completar estos estudios pero después volví, esta vez al seminario de Santiago porque me permitía dedicarme a la música. Y antes de la ordenación también surgen preguntas porque es algo superserio, para toda la vida y eso impresiona.
–La música es su otra vocación. ¿Cómo consigue compaginarla con el sacerdocio?
–Con mucho sufrimiento e ilusión, pero es un sueño poder compaginarlas. Además, dentro de la Iglesia he tenido la suerte de embarcarme en proyectos musicalmente maravillosos.
–¿Qué es más complicado, dirigir un coro o celebrar una misa?
–Son cosas completamente diferentes. En lo primero buscas agradar al espectador o embellecer y solemnizar una liturgia. Celebrar una misa es algo para lo que te has estado preparando toda la vida.
–Como joven que es, ¿cuál es el camino para implicar más a la juventud en la Iglesia?
–No hay fórmulas mágicas, pero si un joven nos pregunta algo, debemos escucharlo y estar atentos a sus necesidades. También debemos presentarnos tal como somos por eso siempre voy vestido de cura. Yo les animaría a preguntar, a dejarse acompañar porque, al fin y al cabo, un sacerdote no es más que un mediador entre Dios y el hombre, y con buen rollo.
–¿Qué les diría a los que opinan que la Iglesia está anclada en el pasado?
–Que echen una mano. Es fácil criticar y decir que la Iglesia es del jurásico pero criticando no se soluciona nada pero sí resolvemos sumando fuerzas.
–¿A qué achaca el descenso en el número de vocaciones?–Sobre todo a la situación actual de nuestra sociedad, donde cada vez hay menos jóvenes en contacto con una realidad trascendental y se centran en aspectos muy superficiales.
–¿Y no será porque los jóvenes ven en la Iglesia una institución muy seria?
–Puede ser pero también es porque hay una visión generalizada y pagan justos por pecadores. Por ejemplo, la pedofilia es un escándalo, una vergüenza y todos estamos de acuerdo en la Iglesia en que se debe castigar. Pero la sociedad se queda con esto y no con lo mucho bueno que hacemos.
0 comentarios por FARO de VIGO entrevista a Oscar Valado
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