
En su homilía, el arzobispo compostelano dijo a los diáconos que “el Señor os confiere una misión acompañada de su gracia para realizarla. “Vivid en la humildad”. El Señor os compromete a ayudar a los demás, a ser cireneos, pues muchos que sufren cansancios más duros que los vuestros. Dedicad tiempo y diálogad con quienes están en las cunetas de la existencia. Acercaos a ellos para ayudarles a llevar la carga pesada como hace Cristo con nosotros. Y no echeis en las espaldas de los otros vuestros sacos de disgustos, rebeldías y enfados. Dejaos cargar con las penas y dolores de los demás”.

A quienes se iban a ordenar sacerdotes, monseñor Barrio les indicó que “la finura espiritual evitará que os convirtáis en funcionarios de la pastoral. El sacerdote no se pertenece a sí mismo, no vive para sí y no busca lo que es suyo sino lo que es de Cristo. El sacerdocio no es un oficio u una obligación, sino un Don que debéis acoger con temor y humildad. No lo convirtáis en un mérito o en una carga. Administrad fielmente este tesoro que os otorga la facultad de decir y hacer aquello que sólo el Hijo de Dios, puede decir y hacer en verdad. Esta conciencia os ayudará a descubrir que la gracia recibida por el sacramento es “una superabundancia de misericordia”, pues Cristo nos llama al sacerdocio, aun sabiendo que somos pecadores. La conciencia del misterio del pecado en nuestras vidas y las infidelidades al amor que Dios derrama en nuestros corazones, han de ayudarnos a descubrir que no han sido ni nuestros meritos, ni nuestro esfuerzo, ni nuestros aciertos, lo que justifican o explican la donación de la gracia del ministerio sacerdotal. Esto fascina y estremece”.
A los laicos, monseñor Barrio les invitó a estar siempre cerca de los sacerdotes y a rezar por ellos.
Un coro especial
Para este acontecimiento litúrgico tan importante en la vida de la Iglesia que peregrina en Compostela, se había constituido un coro también especial, con setenta y cinco integrantes procedentes de distintas parroquias y organizaciones presentes en la Archidiócesis, dirigido por Óscar Valado. Espíritu de comunión eclesial…
Los miembros del coro procedían de San Andrés de Trobe (Santiago de Compostela), San Juan (Santiago de Compostela), Santa Marta (Santiago de Compostela), Santa María do Camiño (Santiago de Compostela), San Fernando (Santiago de Compostela), Santa María Adina de Portonovo, San Martín de Noia, San Cipriano de Vilanova de Arousa, San Paio de Frións, Carreira, Buen Pastor de Castiñeiras, Nuestra Señora del Carmen, San Francisco de Viveiro, Seminario Mayor Compostelano, Camino Neocatecumental, Acción Católica, Asoc. Cult. Santa Catalina de Sigüeiro, Grupo Pange Lingua de Muros de San Pedro y Colegio La Salle de Santiago de Compostela.

Mi saludo y felicitación cordial a vosotros, queridos ordenandos, a vuestra familia y vuestros amigos. Mi gratitud al Sr. Rector, Formadores, Profesores, Sacerdotes, Miembros de Vida Consagrada y Laicos que os han acompañado con el testimonio de su fe, con la ciencia de sus conocimientos y con la bondad de su virtud.
Esta tarde, en espíritu de oración, ordenaré a estos hermanos nuestros, a unos diáconos y a otros presbíteros, para que al servicio de Cristo, cooperen en la edificación del Reino de Dios. Después de una breve experiencia pastoral los discípulos de Jesús volvieron exultantes. “No eran sabios en lo humano, ni poderosos ni aristócratas. Lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo para humillar lo poderoso, lo que no cuenta para anular a lo que cuenta” (1Cor 1,26-28). Por ello quienes pretendan seguir a Jesucristo o colaborar de modo responsable en su obra, han de aceptar como primera condición de aptitud evangélica la plena negación de si mismos. Las megalomanías íntimas o programáticas nunca son garantía de Dios sino frivolidades o soberbias de los hombres. Los que siguen a Cristo, alivio y descanso en la fatiga, son liberados del dominio de la carne y en ellos habita el Espíritu. Estas cosas Dios las revela a la gente sencilla que son los pobres en el espíritu, los enfermos que tienen necesidad de médico, los que padecen el cansanciofísico, elpsicológico y afectivo, elespiritual, y el moralde quien no logra deshacerse de sus culpas y pecados. A todos dice Jesús: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré. Aprended de mi que soy manso y humilde de corazón”.
Queridos candidatos al Diaconado, el ministerio diaconal ha de configurar vuestro estilo de vida imitando a Cristo, el siervo humilde y paciente que toma sobre si mismo el pecado y la miseria humana, y que vino a servir, amando hasta el extremo. Vuestra misión es proclamar la Palabra de Dios y ser ministros de la caridad, viviendo la castidad en el celibato, valor inestimable para la adecuada relación pastoral con los fieles, que no debe basarse en aspectos afectivos, sino en la responsabilidad del ministerio. El Señor os confiere una misión acompañada de su gracia para realizarla. “Vivid en la humildad”. El Señor os compromete a ayudar a los demás, a ser cireneos, pues muchos que sufren cansancios más duros que los vuestros. Dedicad tiempo y diálogad con quienes están en las cunetas de la existencia. Acércaos a ellos para ayudarles a llevar la carga pesada como hace Cristo con nosotros. Y no echeis en las espaldas de los otros vuestros sacos de disgustos, rebeldías y enfados. Dejaos cargar con las penas y dolores de los demás.

Queridos sacerdotes, o noso ministerio será eficaz, crible e fecundo tanto coma logremos ser auténticos e solícitos servidores dos demais por Cristo, tal como El nolo mandou (Cf. Mc 9,35). Ante unha cultura que perdeu a súa capacidade de admiración e de descubrimento da presenza e gratuidade de Deus, temos o reto de vivir o sacerdocio coma un don precioso e inmerecido e que nos supera; e iso implica vivir en continua gratitude polo don recibido, para configurarnos cada vez máis con Cristo, servidor do Pai e da humanidade.
Queridos laicos, “sede conscientes do gran don que os sacerdotes son para a Igrexa e para a sociedade; a través do seu ministerio, o Señor segue a salvar aos homes, a facerse presente, a santificar. Sabede agradecer a Deus, e sobre todo estade próximos aos vosos sacerdotes coa oración e co apoio, especialmente nas dificultades, para que sexan cada vez máis Pastores segundo o corazón de Deus”. Co patrocinio do apóstolo Santiago e a intercesión de Nosa Nai María, encoméndovos a vós e ao voso ministerio, pedindo que o Señor vos axude a servir á Igrexa que traballa no mundo para a salvación da humanidade. Amén.
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